martes, 2 de noviembre de 2010

Adiós a dios, un excelente libro digno de leerse

Un manual para pensar en libertad

La Roma católica tiene animadversión a la filosofía, la ciencia, el teatro e incluso a la especulación mística o teológica ajena al dogma. Ahora el principal cambio es que ya no puede quemar a la gente en la hoguera.


La conversión al cristianismo del emperador Constantino el Grande y el Concilio de Nicea son el origen de la vieja contradicción existente entre la nueva fe católica y el rico legado de la filosofía helénica, entre las supuestas verdades dogmáticas envueltas en un halo de misterio y los postulados expuestos a partir de la experiencia y el conocimiento asequibles en el tiempo en el que fueron formulados. Las primeras son por esencia inamovibles aunque, como sabemos -y Fernando Montaña Lagos, el autor de Adiós a dios se encarga de recordárnoslo-, la acumulación de evidencias que las impugnan obliguen a cada paso a la Iglesia a cancelarlas a regañadientes mientras que las hipótesis derivadas del saber racional se cuestionan a sí mismas, pueden rectificarse y progresan conforme se amplían los instrumentos científicos de que disponen quienes las avanzan. Se puede creer y se puede conocer: cada cual es libre de escoger su camino. Pero la Iglesia -y en general todas las religiones- ha mostrado siempre una manifiesta aversión a las verdades fundadas en la razón y ha procurado desterrarlas con el fuego o la espada a lo largo de la historia.


Lean el excelente artículo de Juan Goytisolo en El País.